La señora Pepita es la vecina que vivía en el piso justo debajo del de mis abuelos. Una mujer menuda y delgada, con el pelo negro y muy corto. Llevaba unas gafas con montura de pasta de color salmón o rosado, no recuerdo con exactitud. Le encantaba hacer bordados. El día de Reyes mi abuela le colgaba una cuerda desde la ventana que daba al patio de luces, a la que ataba el cesto de las pinzas para tender la ropa. La señora Pepita, desde su casa, colocaba dos paquetitos bien envueltos en el cesto. Eran los regalos que los Reyes Magos de Oriente nos traían a mi hermana y a mí en casa de la vecina. Nosotras siempre nos apresurábamos encuriosidas a desenvolver los paquetes, pensando en muñecas, juguetes ... algo que nos hiciera ilusión. Pero, aunque en el fondo ya lo sabíamos, siempre se trataba de alguna manualidad. Bordados hechos a mano por ella con todo su amor. "Lo ha bordado la señora Pepita a mano" nos insistían mi abuela y mi madre. "Sí ... sí ... claro ... qué bonito ..." respondíamos nosotras complacientes. En aquel entonces no lo valorábamos como ahora. Así, un año nos trajo un punto de libro, otro año la inicial de nuestro nombre enmarcada en un pequeño cuadro, ... el último fue el pañuelo de novia. No lo llegué a llevar el día de mi boda pero lo guardo encima de una mesa que hay en mi habitación. Debajo de un portavelas de cristal, ahí está, siempre visible.
Solíamos bajar a su piso para agradecerle los regalos y nos quedábamos un rato charlando con ella y con sus hijos. Cierro los ojos y tengo vagos recuerdos de su casa. Recuerdo un scalextric montado que ocupaba toda una habitación. Recuerdo el gato persa en el sofá, una lámpara blanca que cuando se encendía iba cambiando de colores, siempre en tonos pastel. Y poca cosa más. La señora Pepita nos tenía mucho cariño.
Ayer me contó mi madre que se va a ir a vivir a una residencia. Lo ha decidido voluntariamente y está muy entusiasmada, pues la residencia está cerca de donde viven sus hijos (y sus nietos), fuera de la gran ciudad. Su habitación tiene una pequeña terraza en la que ya piensa colocar todas sus plantas. Y se va a llevar el ordenador, me cuentan que a sus casi ochenta años tiene la cabeza muy clara y suele conectarse a Internet.
Espero que le vaya todo muy bien en esta nueva etapa. El día que me decida a entrar en Facebook igual la busco y me llevo la sorpresa del siglo con ella ... la señora Pepita.
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