martes, 16 de abril de 2019

Visita a las Minas de Sal en Cardona

Ayer fui de visita turística a las Minas de Sal de Cardona. - ¿Y el Sr. Juan, el artesano de la sal? ¿Todavía está por aquí? -le pregunté a la señora de recepción que me vendió las entradas. De repente su cara empezó a desencajarse y, sin dejar de mirarme, respondió sollozando. -El Sr. Juan falleció hace 2 años. - Y rompió a llorar.

- Lo siento muchísimo, no pretendía incomodarla.
- No pasa nada. Es que el Sr. Juan era una persona muy querida en todo el pueblo y fue todo tan repentino, que aún nos cuesta asimilarlo. ¿Y dices que le conocías?

- Sí, pasé unos días aquí por trabajo, participé en el Plan Estratégico de Desarrollo Turístico de Cardona. Siento mucho haberla emocionado, de verdad.
- No te preocupes. Si le conocías, sabrás que él amaba la montaña de sal de Cardona. Ahora sus cenizas reposan allí.

Lo de las cenizas acabó contagiándome la emoción. Tenía diez personas detrás de mi, en la cola, aguardando para comprar los tickets de acceso a la galería de la mina. Pero la señora me seguía hablando, parecía que eso la ayudaba a recomponerse.

- El que sí que está por aquí es su hijo, Queco. Está en la tienda de artesanía que hay arriba, donde os recogerá el bus para ir a la mina.
- ¿Su hijo ha seguido los pasos de su padre?
- Sí, él es artesano, trabaja en el taller y también está en la tienda.

Decidí darme una vuelta por la tienda, mientras esperaba la hora de visitar la mina. Había pequeñas obras esculpidas en sal, auténticas piezas de museo. También había fotos del Sr. Juan, un diploma y herramientas de su taller.



Al llegar a la caja, cogí una piedra con intención de comprar un recuerdo. Las figuras eran preciosas pero la piedra era como la materia prima del artesano, me evocó al Sr. Juan. Y no pude resistir la tentación de presentarme.


- Son preciosas, ¿las has hecho tú?
- Sí, casi todas.
Su respuesta me dio pie. - ¿Hay alguna de tu padre?

Queco, un chico de unos cuarenta y pocos, con el pelo oscuro, un poco más bajito que yo, se quedó algo atónito con mi pregunta.

- Es que conocí a tu padre hace 20 años, estuve aquí en Cardona unos días, cuando trabajaba en una pequeña consultoría de marketing turístico. El ayuntamiento nos contrató para realizar el plan de desarrollo turístico, en una época en la que Cardona necesitaba apostar por un nuevo modelo de desarrollo económico, al terminarse la explotación de las minas a nivel industrial.

Sus ojos brillaban y sonreía pero seguía sorprendido con todo lo que le contaba. Yo proseguí:

- Tu padre era una persona muy entrañable, tengo un recuerdo muy bonito de él. Hicimos entrevistas con gente de la hostelería y la restauración, del comercio, del sector servicios ... Tu padre nos enseñó su taller, que estaba aquí mismo, y su artesanía. En aquella época ya vendía algunas piezas a algunas personas que se acercaban hasta Cardona.

Él me habló de su padre muy emocionado. Me contó que falleció de un infarto, a los setenta años. Me dijo que él había sido más que un padre, que era su mejor amigo. Pasaban muchas horas juntos, le enseñó el oficio.

- Sabía cosas de mí que seguro que no saben ni mis amigos ni mi mujer, que lleva toda la vida conmigo.

A Queco le parece aún que su padre está a punto de asomar por la puerta en muchos momentos, no se acostumbra a que ya no está. Tenía una relación con su padre sin duda muy especial.

- Tu padre también nos llevó de excursión por la montaña, pero por la parte de arriba, de fuera, la parte no visitable. Nos dijo que era un terreno cambiante, porque los movimientos de tierra y la lluvia hacían que la montaña nunca fuera la misma.

Recuerdo cómo nos dimos cuenta entonces de que la excursión por la montaña no era un recurso tan susceptible de explotar turísticamente como las galerías de la mina. Pero en la consultoría utilizamos esa información para trabajar en el concepto de "la montaña mágica".

- Debió ser la parte de la Bòfia. Sí, es que es un poco peligroso.
- Cierto. El Sr. Juan nos obligó a ponernos unos guantes gruesos que él mismo nos prestó. La piedra de la sal es de un color bellísimo, con sus diferentes tonalidades. Cuando te acercas también le ves el brillo y la forma que tienen, es muy bonito. Pero son como cuchillas de afeitar una al lado de otra y con cualquier resbalón puedes hacerte mucho daño. Tu padre era un pozo de sabiduría sobre la montaña. ¿Qué te debo por la piedra?

Queco no me dejó pagar.Yo insistí, me hizo sentir mal.
- De ninguna manera. Mi padre era muy importante para mi y esto que me acaba de pasar hoy no tiene precio. Hay cosas que no se pagan con dinero y todo lo que está pasando ahora mismo hace que hoy sea un día maravilloso.

A Queco se le veía feliz y orgulloso de que de pronto se hubiera presentado allí una mujer más o menos de su edad, que a saber de dónde venía, y que después de 20 años de conocer a su padre todavía le recordase con palabras bonitas. Me despedí de él con dos besos, dándole las gracias por la piedra.

- Luego nos volveremos a ver, el recorrido acabará aquí.
- Ah pues ya me volveré a pasar, para despedirme.

La conversación removió emociones, en él más que en mí, seguro. La visita a la mina fue muy chula, recogía detalles que en su día propusimos en el Plan, eso también me hizo sentir muy bien.

Si alguien ha llegado hasta aquí puede que se pregunte ¿cómo puede ser que exista una montaña de sal aquí, en medio de Cataluña, de una extensión tan grande y tan alejados del mar? Durante la visita lo explican, además de poder ver, tocar, oler ¡y probar! las tres diferentes piedras de sal que existen.




(En esta foto una talla de Santa Bárbara, patrona de los mineros, esculpida en sal por el Sr. Juan).



Si no habéis estado nunca en Cardona os recomiendo la visita. Además de las minas, se puede visitar el castillo de Cardona, que es un Parador de Turismo, pero las dependencias exteriores se pueden ver.



También está todo el centro histórico, con sus callejuelas de pueblo. Se come muy bien en cualquier restaurante y es una excursión muy chula para hacer con niños pequeños. Hay una visita teatralizada, muy enfocada a explicar a los más pequeños de forma divertida la historia del castillo y la naturaleza que allí nos rodea (la sal, la montaña, la mina).


Cardona también tiene rinconcitos románticos para perderse en pareja, así que es una excursión muy bonita para todo el mundo.


De vuelta a la tienda, entré a despedirme de Queco.
- Qué. ¿Te ha dado tiempo a digerir todo un poco? - supongo que tenía ganas de hacerle reír, después de haberle hecho emocionar tanto en nuestro primer encuentro.

Los dos estábamos ya más distendidos, lo que permitió que me acordase de más detalles de esos días en que tuve contacto con su padre: le mencioné el nombre de la empresa en la que trabajé y la persona con la que vine (mi jefa). Resultó que él la conoció años después, en una feria de turismo. Incluso llegamos a concretar la fecha en la que sucedió todo esto, por el detalle de que en aquella época Queco recién había tenido un accidente con la moto e iba con el brazo escayolado. Recuerdo cómo nos habló el Sr. Juan del susto que se había llevado. Charlamos un buen rato.

- Por favor, llévate de la tienda lo que quieras.
- ¡No, no! Ni hablar.
- Pues llévate esto. Es la piedra en su estado puro. Cloruro de sodio.Y te doy dos tarjetas de visita, si alguna vez vuelves con tu familia o tus amigos llámame, y os llevaré de excursión por la montaña.




Miré las tarjetas, tenían frases escritas, una en catalán, otra en castellano. "La sal nunca se corrompe. Esta característica la hace apta para dar valor a los pactos o a la amistad".

- Es una frase muy bonita, ¿es de tu padre?
- Bueno, no es de mi padre pero él la solía decir mucho. En el reverso de la tarjeta está la foto de sus manos.


- Todo lo que haces con la sal es muy bonito. Supongo que ya lo estaba en vida, pero tu padre se sentiría hoy muy orgulloso de ti.

Nos despedimos de nuevo y me fui. Está claro que el Sr. Juan dejó huella. Era una buena persona y un apasionado de su trabajo y de su vida. Y tuvo un hijo que heredó la bondad que él irradiaba al hablar.

Éste es mi pequeño homenaje a tu padre, Queco. Ojalá que traiga visitas a la mina y a tu tienda de artesanía, y que la gente valore quién eres y lo que haces y se anime a llevarse una mini-talla de tu artesanía de recuerdo.