Hoy hace un bonito día. Corre ese aire fresco tan típico de septiembre, que nos recuerda que el verano ya pasó. Pero el sol es radiante. Desde casa diviso tranquilidad en la calle, un día corriente. Pero no lo es. Hoy estamos en España de huelga general. La convocaron los sindicatos, principalmente para protestar por la reforma laboral que ha aprobado el gobierno recientemente. Es una reforma que no tiene pinta de que vaya a ayudar mucho a generar empleo. Más bien es una reforma que facilita aún más el despido a los empresarios y vuelve más precaria la situación del trabajador ante un despido.
Una encuesta en la cadena autonómica de televisión daba, hace unos días, mitad y mitad en cuanto a la opinión de la gente sobre si secundaría la huelga general. La mitad de la gente no está de acuerdo con la huelga. Hay varios argumentos, los dos principales son:
- "Ya está la cosa lo bastante difícil como para encima perder un día de trabajo" (ése es el argumento tanto de autónomos como de empleados por cuenta ajena, que pierden el sueldo del día si van a la huelga).
- También está el "ésta no es la manera". La reforma laboral no nos va a sacar de la crisis pero la huelga tampoco nos conduce a nada.
Hay cuatro millones de personas en España que no se puede decir con exactitud que hoy estén de huelga. Simplemente están en el paro, no tienen trabajo. Así que no se yo si éstos están muy de acuerdo con la huelga tampoco.
Después están los que no están de acuerdo pero no irán a su trabajo por miedo a los piquetes. Ya están saliendo por la televisión los típicos piquetes que amenazan a los comerciantes a las puertas de sus locales, los que no han podido abrir porque les habían puesto silicona en la cerradura, los que cortan carreteras y calles quemando neumáticos ... Ya hay una persona ingresada en un hospital con pronóstico grave. Es una mujer que formaba parte de un piquete y ha sido atropellada.
Y con todos estos incidentes, la consellera de trabajo del gobierno catalán ya ha opinado que la huelga está transcurriendo "con normalidad". ¿Con todos estos incidentes? ¿Cómo puede un responsable de gobierno soltar algo así y quedarse tan ancho? Un batacazo más en el estómago de muchos ciudadanos que en las próximas elecciones queremos votar pero no sabemos a quién. Porque, sinceramente, todos desaniman.
Al otro lado los sindicatos, que ya califican la huelga de éxito rotundo. "Los servicios mínimos de transporte se han cumplido pero no hubieran hecho falta. Los trenes iban medio vacíos porque la gente entiende esta huelga y se ha quedado en casa". Es lo que acaba de decir un portavoz de los sindicatos. ¿Cómo se puede ser tan simple? La gran mayoría ha asistido a sus puestos de trabajo pero lo han hecho en transporte privado, precisamente por miedo a que no se cumplieran los servicios mínimos, cosa a la que ya estamos muy acostumbrados cuando los transportes se ponen en huelga.
Y así estamos. Unos en un extremo, otros en otro y los ciudadanos, en medio y sin gustarnos la postura del uno ni la del otro. Como siempre. Ahora, a esperar las consecuencias que va a suponer esta "exitosa huelga general que ha transcurrido con normalidad".
miércoles, 29 de septiembre de 2010
viernes, 17 de septiembre de 2010
Hola, soy yo
Ya no recuerdas quién soy. Ni cómo me llamo. Pero sabes que soy una persona de tu entorno familiar y te alegras cuando me ves. Te llevo a pasear en tu silla de ruedas por la Gran Vía de Barcelona. Te paseo lentamente para que te sientas seguro y tranquilo. Saludas a todo el que se cruza con nosotros y nos mira. Crees que te conocen, pues siempre has sido una persona muy conocida gracias a tu trabajo: en el barrio, en el aeropuerto ... Has viajado por muchos países y eso te llevó también a conocer a mucha gente. Te sientes feliz de que todos te saluden y te reconozcan, aunque en realidad nos saludan por amabilidad.
Hablamos del día que hace, del sol, de las nubes, de los edificios ... Me cuentas que éste es nuevo, que lo han cambiado. Te sigo la corriente y así podemos tener más tema de conversación. Nos sentamos un rato en un banco. Te hago notar que pasa una ambulancia, que tal vez haya pasado algo cerca de aquí o tal vez hay un hospital en la zona. Por algún camino u otro siempre acabas volviendo a tu terreno. A las cuatro cosas sobre las que siempre te repites. Debieron ser los ejes que marcaron tu vida. Tu viaje a Japón, tu trabajo como sastre y la cantidad de horas que le dedicabas, el orden necesario para que las cosas funcionen bien y tus consejos. Me los da una persona muy mayor que tiene una enfermedad neurodegenerativa. Pero son consejos sabios y, al final, es lo que me llevaré de ti. Me aconsejas que haga siempre el bien, porque entonces siempre tendré las puertas abiertas allá donde vaya, en todos los sitios. Y que me aparte de lo malo, que sólo me dará problemas. Sentencias que cada uno es como es y que lo mejor para estar bien es tener actividad, trabajar.
Nunca la mencionas a ella. No sé si es para aliviar el dolor de que ya no está o porque realmente fuiste un hombre de negocios con poco tiempo para el amor. Tal vez ella fue para ti más apoyo logístico que pareja, ¿no dicen que detrás de un hombre triunfador en la vida hay una gran mujer? La gran mujer en la sombra ...
Hora de irme. Te llevo de vuelta y te subo al comedor de la segunda planta, donde tienen a los que están peor. Aún así, por las cosas que me dicen en alguna conversación corta, deduzco la existencia de efímeros momentos de lucidez. "Qué guapa eres" me dice una señora que está fatal pero que siempre sonríe. "Muchas gracias. Y qué amable es usted. Me gusta mucho que siempre sonría". Le respondo con cariño. "Siempre sonrío". Y cuánta razón lleva. Siempre hay que sonreir, aunque las cosas que a veces nos pasan en la vida nos hagan olvidarlo.
Te estampo un largo beso en la mejilla. "¿Te vas? ¿A dónde vas?". "A buscar a los niños, que salen del colegio". "¿Y yo que hago? ¿Me quedo aquí?". "Sí, abuelo. Ahora te darán de comer. Yo volveré la semana que viene y volveremos a pasear. Aunque haga frío, nosotros nos abrigaremos y pasearemos, que va muy bien que nos de el aire ¿a que sí?". Claro que sí. El aire te despeja la cabeza y te hace olvidar el dolor de las rodillas o de las lumbares durante un rato.
Lo más duro está por llegar. Espero que entonces sea fuerte y pueda continuar viniendo. Porque me gusta venir. Me gusta verte, sentir que pongo mi granito de arena para que te sientas acompañado por tu familia en esta etapa final de la vida. Y me reconforta que, aunque en tu mundo, te veo relajado y feliz, con la misma sonrisa de siempre. Hasta el lunes, abuelo.
Hablamos del día que hace, del sol, de las nubes, de los edificios ... Me cuentas que éste es nuevo, que lo han cambiado. Te sigo la corriente y así podemos tener más tema de conversación. Nos sentamos un rato en un banco. Te hago notar que pasa una ambulancia, que tal vez haya pasado algo cerca de aquí o tal vez hay un hospital en la zona. Por algún camino u otro siempre acabas volviendo a tu terreno. A las cuatro cosas sobre las que siempre te repites. Debieron ser los ejes que marcaron tu vida. Tu viaje a Japón, tu trabajo como sastre y la cantidad de horas que le dedicabas, el orden necesario para que las cosas funcionen bien y tus consejos. Me los da una persona muy mayor que tiene una enfermedad neurodegenerativa. Pero son consejos sabios y, al final, es lo que me llevaré de ti. Me aconsejas que haga siempre el bien, porque entonces siempre tendré las puertas abiertas allá donde vaya, en todos los sitios. Y que me aparte de lo malo, que sólo me dará problemas. Sentencias que cada uno es como es y que lo mejor para estar bien es tener actividad, trabajar.
Nunca la mencionas a ella. No sé si es para aliviar el dolor de que ya no está o porque realmente fuiste un hombre de negocios con poco tiempo para el amor. Tal vez ella fue para ti más apoyo logístico que pareja, ¿no dicen que detrás de un hombre triunfador en la vida hay una gran mujer? La gran mujer en la sombra ...
Hora de irme. Te llevo de vuelta y te subo al comedor de la segunda planta, donde tienen a los que están peor. Aún así, por las cosas que me dicen en alguna conversación corta, deduzco la existencia de efímeros momentos de lucidez. "Qué guapa eres" me dice una señora que está fatal pero que siempre sonríe. "Muchas gracias. Y qué amable es usted. Me gusta mucho que siempre sonría". Le respondo con cariño. "Siempre sonrío". Y cuánta razón lleva. Siempre hay que sonreir, aunque las cosas que a veces nos pasan en la vida nos hagan olvidarlo.
Te estampo un largo beso en la mejilla. "¿Te vas? ¿A dónde vas?". "A buscar a los niños, que salen del colegio". "¿Y yo que hago? ¿Me quedo aquí?". "Sí, abuelo. Ahora te darán de comer. Yo volveré la semana que viene y volveremos a pasear. Aunque haga frío, nosotros nos abrigaremos y pasearemos, que va muy bien que nos de el aire ¿a que sí?". Claro que sí. El aire te despeja la cabeza y te hace olvidar el dolor de las rodillas o de las lumbares durante un rato.
Lo más duro está por llegar. Espero que entonces sea fuerte y pueda continuar viniendo. Porque me gusta venir. Me gusta verte, sentir que pongo mi granito de arena para que te sientas acompañado por tu familia en esta etapa final de la vida. Y me reconforta que, aunque en tu mundo, te veo relajado y feliz, con la misma sonrisa de siempre. Hasta el lunes, abuelo.
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