miércoles, 12 de noviembre de 2025

Vasa: el museo marítimo más visitado del mundo

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Una de las visitas imprescindibles en Estocolmo es el Museo Vasa, construido especialmente para albergar un enorme buque de guerra que se hundió en 1628 y fue rescatado 333 años más tarde de las profundidades del mar, reconstruyéndose con un 98% de piezas originales y centenares de esculturas talladas. A día de hoy, el Vasa es la nave del siglo XVII en mejor estado de conservación del mundo. Se exhibe en este museo de la capital sueca, que además cuenta con distintas exposiciones que relatan su historia.

El Vasa fue un galeón encargado por el rey sueco Gustavo II Adolfo y comenzó a construirse en Estocolmo en 1626. En su elaboración participaron unas 400 mujeres y hombres durante 3 años de duro trabajo. Era una embarcación robusta de tres mástiles, diez velas, una altura de 52 metros, 69 metros de eslora y un peso de 1.200 toneladas. Con sus 64 cañones, el Vasa estaba llamado a ser el orgullo de la flota de la gran potencia sueca.

Pero en 1628, nada más salir de puerto en su viaje inaugural, el Vasa escoró y naufragó en las aguas de la ciudad. Las puertas de los cañones iban todas abiertas mientras éstos asomaban disparando las salvas de honor. Lentamente, este imponente buque fue abandonando el puerto. Tras varios golpes de viento, el barco se ladeó, el agua comenzó a entrar a borbotones por esas puertas de los cañones y acabó yéndose a pique. Todo pasó muy rápido y de las aproximadamente 150 personas a bordo, perdieron la vida entre 30 y 50. La mayoría sobrevivió porque en el momento del hundimiento iban en la cubierta del barco, y porque muchas de las personas que se concentraron en el puerto para verlo zarpar pudieron ayudar a los naufragados.

El Vasa tendría que esperar hasta 1961 para ver de nuevo la luz pero, ¿Cómo pudo hundirse tan fácil y rápidamente un buque de esa magnitud, hecho por los constructores navales más experimentados y con las medidas que el mismo rey había aprobado? La nave iba a ser usada en combates, y por lo tanto se esperaba que aguantara tanto los embates enemigos como las tormentas. Hoy se cree que el barco estuvo mal construido y que fue mal navegado. La nave era inestable porque su centro de gravedad era excesivamente alto. Sin embargo, si las puertas de los cañones no hubieran estado abiertas, el agua no habría entrado y el Vasa seguramente se hubiese enderezado por sí mismo y habría seguido navegando.

El Vasa también se hundió porque en el siglo XVII no se aplicaban todavía cálculos teóricos para la estabilidad de las embarcaciones, basándose su construcción en las experiencias previas. Para introducir novedades tecnológicas –en el caso del Vasa, artillería pesada dispuesta sobre una batería doble– había que probar a tientas. El Vasa pesaba demasiado sobre su línea de flotación y fue incapaz de enderezarse para recuperar el equilibrio cuando el viento lo escoró.

Anders Franzén, un técnico marino sueco y arqueólogo naval aficionado, sentía fascinación por los pecios que reposaban bajo las aguas del archipiélago de Estocolmo. Guiado por información obtenida de documentos del siglo XVII, Franzén buscó el Vasa entre los veranos de 1954 a 1956 con ayuda de rastras que acarreó por el fondo marino desde una lancha motora. En agosto de 1956, al explorar junto con el buceador Per Edvin Fälting en las proximidades del islote de Beckholmen, la draga quedó atrapada en un objeto de madera de roble de gran tamaño. Habían dado con el Vasa.

En otoño de 1957, los buzos iniciaron el despeje de túneles bajo el navío para los futuros cables de izamiento. El buque emergió del agua en abril de 1961, recuperándose con él más de 14.000 piezas sueltas de madera. El navío y sus distintos elementos se conservaron por separado, convirtiéndose en el mayor rompecabezas técnico del mundo cuando hubo que restituir todas esas piezas.

Inmediatamente tras el rescate, la nave fue rociada con agua para que no se secara, agrietara ni rompiera. Después fue rociada durante 17 años con un conservante, para dejarse secar 9 años más. Hoy el Vasa descansa en una cuna en la que el casco está apuntalado en algunas partes, con lo que corre riesgo de dañarse. Pero hay planes para construir una nueva cuna, donde el peso del buque se reparta de manera más apropiada. Con la ayuda de 400 puntos de medición repartidos por el barco, hasta los más mínimos movimientos del casco pueden ser observados con las estaciones de medición en el museo. Esas mediciones muestran que el casco se mueve hacia abajo alrededor de 1 mm por año y que la popa se gira un poco. El casco del Vasa está construido por miles de componentes, que se mantienen unidos por más de 5.000 pernos de hierro y 30.000 conexiones de madera. Algunos de los pernos miden hasta 2 metros de largo, para poder traspasar las partes macizas de la nave. Un problema que se ha presentado es que el hierro se ha oxidado, lo que ha provocado reacciones químicas que en el futuro dañarán la madera. Por eso se ha iniciado un proyecto piloto para cambiar esos pernos por unos de nuevos, de acero inoxidable. Adicionalmente, después de ciertos problemas respecto al aire de la sala del museo, en 2004 se instaló un nuevo sistema de aire acondicionado. Ahora el aire del museo es estable, con una humedad ambiental y una temperatura más idóneas para la nave. El trabajo de conservación del Vasa está siendo un auténtico desafío, un viaje exploratorio son fin. Nunca antes se ha hecho algo similar, y lo que se aprende durante este proceso, será de gran ayuda para el mantenimiento y cuidado de otros buques de madera en el mundo.

Actualmente el Vasa continúa realizando una labor de divulgación sobre su época y hay en curso distintas iniciativas de investigación en torno a la conservación del buque, desde la madera hasta su armazón y los restos de tejidos. El objetivo es preservar el buque para las generaciones futuras pues, a día de hoy, dada su difícil labor de conservación, no se puede afirmar que vayamos a poder verlo ahí para siempre.